El general Charles de Gaulle decía que las elecciones en Estados Unidos son tan importantes que el mundo entero debería poder votar en ellas. No hay que perder de vista que este proceso electoral, en el que resultó electo el presidente Donald Trump para un nuevo periodo, se dio en un contexto global completamente convulsionado por las guerras, el cambio climático y el autoritarismo.
Ahora bien, el pueblo estadounidense le dio su voto de confianza nuevamente al presidente Trump, quien deberá asumir el timón en un contexto completamente distinto al de su primer mandato. América Latina está fuertemente impactada por un proceso de debilitamiento de la democracia, evidente en Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero también en otros países como México y El Salvador, donde esta tendencia toma fuerza. Existe, por tanto, una alta expectativa respecto a lo que Trump pueda hacer para revertir este ciclo de empobrecimiento, dictadura y opresión en la región; y hay indicios de que Trump tiene este ángulo geopolítico en su radar.
Cuando afirmo que Venezuela es la gran prueba de la administración Trump en la región, lo digo porque considero que el caso venezolano encierra gran parte de la crisis de América Latina. El impacto que tendría para la región una Venezuela democrática sería fundamental para abrir un nuevo ciclo de libertad, progreso y estabilidad en el hemisferio. Venezuela encarna las tres variables más amenazantes para la región: el retroceso democrático radical, la alianza entre el crimen organizado y el Estado, y las migraciones masivas. Estas tres variables están presentes, en distintos grados, en todos los países y se están convirtiendo en una cuestión crónica.
Maduro lo sabe, por lo que buscará a toda costa un camino de apertura y entendimiento con Trump. Su régimen hoy está absolutamente debilitado, sostenido por la fuerza bruta pero sin apoyo popular, como quedó demostrado el 28 de julio, cuando Edmundo González duplicó su número de votos. Maduro tampoco cuenta con respaldo internacional, ni siquiera de sus antiguos aliados ideológicos, como se vio en la cumbre de los BRICS. Internamente, además, enfrenta fracturas con grupos que buscan desplazarlo para imponer sus propias agendas.
De manera que las cartas están echadas y los planetas alineados para lograr un cambio en Venezuela, un cambio que sería definitivo para América Latina. Un cambio que será el fin del Muro de Berlín en esta parte del mundo.