La razón de la existencia de los bancos y los sistemas bancarios y financieros es que el dinero y el crédito –la “mercadería” que multiplican y ofrecen– prestan las funciones de medio de cambio en la economía a un costo más bajo del que sería posible si esas entidades y sistemas no existieran.
La contracara de esa reducción de costos es que se trata de instituciones inestables, porque se basan en algo tan etéreo y potencialmente volátil como la confianza.
Cuando hay confianza, el sistema prospera; cuando falta, se encoge y corre peligro de desaparecer. A su vez, si la confianza es excesiva puede alentar booms especulativos que aumentan a su turno la posibilidad de pérdidas, fraudes y –finalmente– crisis de confianza. Así lo veía el economista inglés John Richard Hicks, uno de los referentes de la teoría y la economía monetarias, quien señalaba que lograr el equilibrio entre ambos extremos requería de un sistema regulatorio atento y altamente eficiente. Algo que se dice fácil y se hace difícil.
Cuando hay confianza, el sistema prospera; cuando falta, se encoge y corre peligro de desaparecer
Hace poco más de una semana, ese equilibrio se vio en peligro en EEUU, por la crisis que gatilló la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), el décimosexto más grande banco norteamericano y que llevó el domingo 12 de marzo a un comunicado conjunto de la Reserva Federal (el Banco Central americano), el Tesoro y la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC, la agencia federal de garantía, hasta USD 250.000, de los depósitos bancarios) a emitir un comunicado conjunto para evitar el pánico en la apertura de los mercados.
Antes de eso, la FDIC debió tomar el control del quebrado SVB, que en la semana previa no había podido hacer frente al retiro de fondos de sus clientes, súbitamente preocupados por la calidad del balance de la entidad, afectada por los problemas de las startups tech a las que prestaba y el aumento de las tasas de interés con que la Fed busca acercar la tasa de inflación de EEUU (ahora en el 6% anual) a su meta del 2% anual.
A medias
El objetivo se logró a medias; también cayó otro banco, el Signature, y el temor se trasladó en los días siguientes a Europa, más precisamente al Credit Suisse, una vieja casa bancaria suiza que en los últimos años estuvo envuelta en una serie de escándalos; la crisis se precipitó cuando su principal inversor dijo que no proveería más fondos, se restableció a medias cuando el Banco Central y la autoridad regulatoria suizas facilitaron una línea de crédito de USD 54.000 millones, pero se resintió definitivamente y obligó, ya este fin de semana, a frenéticas negociaciones que llevaron a su absorción a precio de liquidación, a las apuradas y con intervención de autoridades oficiales de Suiza, EEUU y el Reino Unido, por parte de UBS, el más grande banco suizo, que aceptó engullirlo a un precio 60% inferior al ya deprimido al que había cerrado el viernes pasado.
A diferencia de la crisis de los créditos subprime e hipotecarios y de la quiebra de Lehman Brothers que gatilló la crisis de 2008/2009, esta vez no se trata de paquetes de activos envenenados y distribuidos por todo el sistema financiero global, sino de una clara y clásica crisis de confianza, dijo este domingo Eric Parrado, economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la rueda de prensa con la que se cerró la Asamblea Anual de la entidad, en Panamá.
El operativo de este fin de semana para aventar la crisis de confianza fue mucho más amplio que el del domingo pasado. Ya no se cocinó solo entre Washington y Nueva York, sino que involucró también al Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Nacional de Suiza, que anunciaron que ofrecerán tantas operaciones de swap o canjes de monedas como sean necesarias para ayudar a los bancos extranjeros a obtener acceso durante una semana a financiación en dólares estadounidenses hasta abril. Y en lugar de ser semanales, esas operaciones serán diarias.
Todo para evitar nuevas convulsiones como las que ya llevaron a la quiebra del SVB, del Signature y la venta a precios de remate del Credit Suisse.
El operativo de este fin de semana para aventar la crisis de confianza fue mucho más amplio que el del domingo pasado
Las operaciones serán diarias y así se mantendrán hasta por lo menos fines de abril, dijeron las entidades oficiales en un comunicado. Se trata de tender una mega y multinacional línea de liquidez al sistema financiero global para reducir tensiones, tranquilizar ánimos y eventualmente, disipar el temor de hogares y empresas.
Frenéticas negociaciones
Todo sucedió al cabo de un fin de semana de negociaciones frenéticas para lograr no solo que UBS compre al atribulado Credit Suisse, sino que lo haga tan rápidamente como quien se compra una golosina en un kiosco. Porque –calculaban los bancos centrales– la eventual quiebra del Credit Suisse y la estela de impagos que dejara acarrearían un “riesgo sistémico” global.
UBS pagará USD 3.230 millones por Credit Suisse, cuyo valor de mercado era el viernes pasado de USD 8.000 millones, pero por el que había ofrecido apenas USD 1.000 millones. Además, el gobierno suizo tuvo que ofrecer una garantías de USD 9.750 millones a UBS por eventuales “riesgos de pérdida” en la cartera del Credit Suisse y el Banco Nacional Suizo pondrá a disposición, como otra línea de cortafuego, una línea de liquidez de USD 100.000 millones más.
Si es que se trata de una solución efectiva, no habrá sido barata. Pero mucho más cara, evaluaron desde los suizos hasta la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, y la presidente del Banco Central Europeo (y exdirectora-gerente del FMI), Christine Lagarde, sería una estampida bancaria global. El arreglo permitirá, dijo Lagarde, “restablecer condiciones de mercado ordenadas” y “garantizar la estabilidad financiera”.
A diferencia de crisis bancarias anteriores, en que la desconfianza fue precipitada por pérdidas escondidas, activos dudosos, derivados extraños, la cadena de sucesos que llevó al coletazo de este fin de semana se originó en pérdidas en bancos norteamericanos de tamaño medio y, después, en la declaración del más grande inversor en Credit Suisse de que no pondría un dólar, euro o franco suizo más en el problematizado banco, que en los últimos años incurrió en toda suerte de escándalos.
El problema, escribió en Financial Times Jerome Legras, socio y jefe de investigaciones de Axiom Alternative, fue que Credit Suisse ya no había perdido sólo la confianza de sus accionistas o inversores, sino la de sus clientes. Eso lo llevó a ser eslabón más débil del sistema bancario europeo, pese a contar con abundancia de capital y de liquidez. Pero –claro– está esa cuestión de la confianza, de la que escribía Hicks y recordaba hoy Parrado, el economista jefe del BID.
“Al final –escribió Legras en el FT– no fueron los inversores, sino los clientes”, los que decidieron la suerte del Credit Suisse y –con empujones adicionales de las autoridades suizas y de los principales bancos centrales del mundo– lo arrojaron a los brazos de UBS.
Desde hoy lunes se verá si la “operación confianza”, resultó exitosa. Como decía Hicks, se trata de un muy delicado equilibrio.